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Babasónicos sorprendió con su original p

uesta en escena



Olimpo era un hervidero. No se podía caminar. A lo sumo, desplazarse de una punta a la otra de la pista, mientras se disimulaba un pogo. Es que el domingo, alrededor de 2.000 personas, vieron la performance de Babasónicos, experiencia difícil de olvidar, por varios motivos. Uno: es una de las pocas propuestas actuales que puede nutrirse de la experimentación estética pero dejar en claro que lo suyo es el entretenimiento.

Pero sin demagogia. Nada de "gracias Mendoza", "¿Cómo está la provincia donde pasaré mis últimos años?", etc. Sin embargo, Adrián Dárgelos, su cantante, por fin dejó de lado sus atropelladas teorías y habló a través de los personajes de sus canciones, que también tienen teorías. Sólo que más bien fascinan a la audiencia -sin distinción de sexos, otro de sus enormes encantos-, que no puede dejar de mirar su figura pequeñita, propia de un dandy decadente y sexy, que escenifica cada tema, mientras se desenrolla con pasos modositos por todo el escenario.

La banda es un manojo de buenos arreglos, una escenografía sonora para que no decaiga la emoción. Y así fue, el show en ningún momento mostró fisuras. Los músicos manejaron la energía de la gente a su antojo. Ésta, había llegado desde temprano y calentaba la pista y los pasillos, con canciones de Red Hot Chilli Peppers, Peligrosos Gorriones y Los Redondos. Todos festejados por igual, lo cual daba una idea de la conformación del público. Sobrevivientes del Nuevo Rock Argentino, para quienes la banda estuvo reposada, para su gusto (no es fácil saltar cuando se es apuntado con varias luces y, al mismo tiempo, se luce encajes, rasos y botas tejanas; tal era el atuendo ochentoso de la banda), los fans de último momento y los adolescentes formados en la coctelera de hits multiformes a la MTV.

A la 1.30 arrancaron con Deléctrico. La intención fue: "¿Querían Jessico? Tomen". Así, le sucedieron, Atomicum, Camarín, Soy Rock, Los Calientes, El Loco, Pendejo; con las intermitencias de los discos Dopádromo y Miami. Para los bises: El Ringo, Yoli, Rubí y Sátiro.

Como siempre ocurre en los recitales, los chicos se tiran sobre sus pares y éstos los van pasando sobre sus cabezas. Como decía Babasónicos en su vieja canción Malón: "Me gusta el mosh, me gusta revolcarme entre la gente"... Pero algunos de los gigantes de seguridad, parados delante del escenario, no entendieron. Cuando veían venir al "revolcado" de turno, lo empujaban violentamente o le tiraban los pelos. Dejando este desafortunado incidente de lado, se puede decir que, después de una hora y media de show, no importó mucho que al finalizar, el DJ pusiera todas las fichas a Chemical Brothers para terminar de incendiar la pista. Para eso ya habría tiempo. Mientras Olimpo más bien tenía unas manchas de gente desparramadas por todo el lugar, transpiradas y aturdidas por la felicidad./ Laura Araujo